15 enero 2009

EL ATRACON DE BARTOLO

(Estampa santiaguera)

--¡Negra, prepárame la guayabera y el pantalón de salir! llegó de la Yuma, mi amigo Juancito. ¡Negra, ese era mi socio fuerte aquí! Yo creía que después de veinte años, ya no se acordaría de mí; pero no, mandó a buscar. Dicen que todos los negros de los Hoyos están de fiesta. ¡Como ha traído fulas! ¡Hay tremendo fiestón!

Varias horas después, ya de madrugada, hace su entrada en su cuarto, en la cuartería de callejuela, bartola, dando tumbos. --¡Negra, que jala’o tengo! ¡Estoy rico! ¡Cómo he comido! ¡No te puedes hacer ni idea! ¿No te dije que ese era mi socio fuerte? Mira –metiendo la mano en el bolsillo del pantalón, saca un billete de cien dólares.

¡Ay mi madre! ¡Nunca había visto uno así! –exclama la mujer, asombrada. ¡Como podremos comprar cosas con eso!

-- Negra, si lo vieras, ya no se llama Juancito. Ahora es Jonny. El que era pardito ya parece blanco y con pelo y to’o. Dicen que en “Nuevayol” ni se coge sol. ¡Trajo fulas, hasta por gusto! ¡Que buena vida se da, hasta tiene carro y to’o, un apartamento a to’o meter! dice que allá la comida está a pata’a y que quería que me fuera con él cuando el Mariel, y yo de bobo, me quedé aquí.

¡Negra, que manera de comer! Si hubieras visto aquello: un calderón enorme, con macho entero fricasé; otro calderón con congrí; una ollota llena de ayacas; una paila grandísimo con yucas con mojo… ¡Y con aceite Carbonell! ¿Desde cuando yo no veía eso? Una tremenda fuente de ensalada. La cerveza Hatuey y el ron Havana Club, por cajas.

Pasándose ambas manos por el abultado vientre, exclama:

“¡Qué rico he comi’o!”

-- No te puedes acostar tan lleno, bartola: que te puede hacer daño, -le recomienda la mujer, preocupada.

-- ¡Qué va, negra¡ Ahora sí que estoy rico: tengo una nota… ¡sabrosa! Mañana sigue la fiesta. Arriba de la mesa había veinte pollos, de esos grandes y gordos que venden en Cubalse, todo comprado en dólares. También más de cien huevos. Dice que se los va a regalar a la presidenta del CDR, que cuando se enteró de que el se iba, le hizo un acto de repudio, y le cayó a huevazos a su casa. Que a la pobre le hacen bastante falta, pues ahora se están muriendo de hambre.

--¿No te dije que ese era mi amigo fuerte?. Se pasó toda la noche recordando cuando éramos jóvenes: las cumbanchas que cogíamos. ¡Qué tiempos aquellos!

Dos horas mas tarde… ¡Ay negra! ¿Qué mal me siento! ¿Corre, cógeme el orinal! ¡Ay que dolor de barriga! ¿Ay mamacita, concho!

-- ¿No te lo digo, Bartolo! eso te pasa por gandi’o. Te voy a dar un vaso de agua tibia con sal.
--¿Qué tu dices? Y eso, ¡Para qué?

--Para que vomites, y se te quite el malestar, chico.

--¡Ni loco! ¡Después de haber comido tan sabroso! ¡Ni muerto, ¿Oíste?


Santiago de Cuba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario