05 abril 2009

RELATOS DE AMOR Y DE GUERRA

Capítulo 2.-UN ENAMORADO BOBO

Así calificaba yo a Santiago del Río Vinzal, hijastro del rico hacendado y dueño de una de las vaquerías más modernas de aquella época: “Cadena Azul”, casi frente a Rancho Club, de Quintero, por la carretera central.
Se decía que poseía ordeño mecanizado y hasta que las vacas de la mejor raza daban más leche porque le ponían música clásica ¡Dígame usted! Reses escuchando a Chopin, Behetoven, Mozart…
Este joven, según las tímidas carticas que me enviaba con algunos amigos, se decía estar locamente enamorado de mí, pero cuando me veía cerca, se ponía rojo como un tomate y no me decía nada. Aquella actitud me molestaba y me mostraba indiferente, sobre todo con la frente muy alta, en mi orgullo de mujer.
Sucedió que en l957, sus padres temían por su vida, casi todos los jóvenes de la zona se alzaban en la Sierra Maestra o pertenecían a una célula revolucionaria, en la lucha por derrocar la dictadura batistiana, entre ellos: Mis hermanos, los hermanos Nápoles, los nietos de Miguel Formento Mario y Papito, Macias y muchos más de Quintero y sus alrededores. Por lo que decidieron que se iría para Miami, hasta que terminara la guerra.
En una carta muy triste, me decía que con dolor de su alma se iba y que deseaba que yo fuera a la vaquería Cadena Azul a despedirlo.
Me dio una soberbia…En el reverso de la carta le escribí: Señor Santiago: Usted se ha equivocado conmigo, yo soy una señorita y no voy al encuentro de ningún hombre, ellos vienen a mí, estoy en mi casa, si desea venga a despedirse.
Se fue y no tuvo el valor de presentarse en mi casa. Pocos días después recibí una carta desde Miami, donde me pedía disculpas y me rogaba que le respondiera, que se sentía muy solo y triste.
Tal vez por curiosidad o por saberme amada y halagada, le contesté.
Así se mantuvo
a correspondencia a razón de tres cartas por semana , (las conservo todavía) Me enviaba fotos, postales, un disco de navidad del Parque Central de New York con el himno “Noche de paz, una postal del Hotel Fontaine Blue de Miami Beach donde se decía que pasaríamos la luna de miel. ¡Eso se creía él! También fotos de su flamante automóvil y del chalet donde vivía.
Ya en 1958 me mandó una carta con todos los datos con la petición de matrimonio por poder. Mi padre al saberlo, con mis hermanos uno alzado y los dos que aún no lo habían hecho, en grave peligro, escondidos por temor a perder la vida en una de las redadas de la policía, sacó su pistola 38, que siempre guardaba debajo de almohada y me dijo resuelto. – Si te casas con Chaguito y te vas para Miami me doy un tiro.
Además de ser su hija mayor, era su mejor colaboradora, su consejera, su amiga, quien lo alentaba y ayudaba en todo. El sufría mucho por la situación que vivía el país, por sus tres varones en constante peligro. Había bajado de peso más de 30 libras tenía los nervios a flor de piel, por cualquier cosa se alteraba y lloraba mucho. Mi madre, aunque también sufría, trataba de ser fuerte
Ante esa situación les escribí a Chaguito una larga carta, donde le explicaba la difícil situación que estábamos viviendo y que
reusaba su ofrecimiento , que tal vez cuando se acabara la guerra, volveríamos a conversar.
Sucedió que en esos días se apareció en mi casa de Mariana Grajales, pues por causa de la guerra y los tiroteos a todas horas, los registros en la casa de Quintero, el ametrallamiento que nos hicieron en el mes de noviembre de l958, nos vimos en la necesidad de abandonarla y alquilar esa que se encontraba muy cerca de la Panadería Titán, en el barrio de Los Olmos, la madre de Chaguito, era una señora alta, de modales muy finos y aristocráticos, vestida elegantemente de negro. Según me dijo después de presentarse, que su hijo le había mandado a decir que me fuera a conocer y a tomar las medidas para el traje de novia y el resto del ajuar. Ya que la boda sería por poder, que ya él había escogido uno de sus mejores amigos, para celebrar la ceremonia.
Me traía nuevas postales y fotos de la ciudad floridana.
Esta señora sorprendida ante mi presencia, no pudo evitar decirme: - ¡Gracias a Dios! Yo pensaba que mi hijo se había enamorado de una negrita, por ser Los Olmos un barrio marginal de la ciudad de Santiago de Cuba, donde la mayoría de sus habitantes son de la raza negra o mestizos y ante ella tenía una bella rubia de ojos azules (.No lo digo yo, lo dicen mis fotos de aquella época.)
Sin preámbulos le dije a la señora lo que había decidido, no podía casarme con su hijo y mucho menos abandonar a mi familia en tan difíciles circunstancias.

Resultado: Al parecer al hacerle saber su madre lo que le había expresado, se sintió herido, no me escribió más, yo tampoco. También fui receptiva a los consejos de nuestro gran amigo y compañero de lucha Miguel Ángel (Mingo), que me sentó frente a él y me aconsejó que no me casara con un hombre que casi era un desconocido, que la
vida matrimonial y las relaciones íntimas eran una cosa muy seria. Me puse a pensar:- ¿Qué sucedería si me viera entre cuatro paredes con un hombre que apenas conocía por cartas, ya que no habíamos tenido otro tipo de relación? Sentí un frío recorrerme por toda la columna vertebral ¡Qué miedo!

Jamás lo volví a ver.

Año l958

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