12 octubre 2009

ENCUENTRO CON LOS TIGRES

Relatos de amor y de guerra-capítulo XIII

Vivía en Quintero, pero varias veces a la semana iba a la ciudad de Santiago de Cuba, de compras o a visitar familiares y amigos, o alguna misión encomendada. Con papá, alguno de mis hermanos, un vecino o caminando. Me gustaba coger por toda la orilla de la carretera e ir admirando la belleza del campo, las construcciones a ambos lados, la moderna vaquería “Cadena Azul”, la estación de radio, pasar por Rancho Club, saludar los amigos y conocidos, bajar por debajo del puente que divide la carretera central de la de Santa María, que conduce a los poblados de Cuabitas, Boniato, San Vicente, Dos Bocas, El Cristo, Songo, La Maya, hasta Guantánamo. Tomar el ómnibus Quintero-Morro y bajarme en Enramadas., que junto a Aguilera, San Pedro, San Félix , Santo Tomas y Corona, era la principal arteria comercial de la importante ciudad, con numerosas tiendas, quincallas y almacenes, donde había para todos los gustos y precios., además de las cafeterías, clubs,
y bares, el gran Teatro Aguilera, Cuba, Oriente, Rialto y Martí. Era un placer pasearse por esas vías, más de noche con las vidrieras iluminadas, una bella música instrumental desde la altura de Plaza de Marte, hasta lo último de Enramadas.,El Parque Céspedes, colmado de lo mejor de la juventud y desde allí divisar la imponente Iglesia de La Catedral, el Hotel Casa Granda, El Club San Carlos, el Palacio Municipal y otras bellas construcciones aledañas, como el Museo Emilio Bacardí, el Palacio Provincial.

Entraba o me quedaba parada frente a las bien surtidas tiendas, admirando las exhibiciones desde la vidrieras, si me gustaba o necesitaba algo, entraba y dependientes muy amables venían a mi encuentro a ofrecerme la mercancía, bien envuelta y si era para un regalo, con un papel especial.

Después de ese periplo, me iba a merendar, una vez al Café Aguilera, allí ofrecían un helado de melocotón, exquisito, sino, me iba hasta El Baturro, los pasteles de hoja con carne, para mí no los había mejores, pero este día también tenía mis preferencias y era los bocaditos de crema de espárragos que hacían en Las Columnas., ubicado en Enramadas y San Félix. Era un local muy amplio, con una entrada grande al frente, en la barra había sillas redondas y giratorias, donde una se sentaba cómodamente y los dependientes al momento venían con el talón de notas y servían rápido. Pedí un bocadito de crema de espárragos y una Coca cola. Estaba mas o menos en el medio, observé que de las otras sillas de mi alrededor, todos se paraba, pagaban y dejaban lo pedido.

Intrigada le pregunté al dependiente más cercanos qué pasaba. Este con un gesto con la boca, me señaló para la puerta. Me voltee y con asco vi que la ancha puerta estaba ocupada nada menos que por Rolando Masferrer y sus tigres. Era un temido gangster de todos los gobiernos, pero ahora estaba al servicio de la dictadura de Fulgencio Batista y asolaba la ciudad con sus crímenes y torturas. Había plantado su cuartel en una amplia casona de la calle Santa Lucia, esquina a Santa Rita., frente a la iglesia. Se hacían llamar Los Tigres de Masferrer. Andaban vestido de civil, pero armados hasta los dientes, recuerdo a Masferrer con una pantalón tipo vaquero color beige, camisa de mangas largas de cuatros rojos, negros y blancos y altas botas de cuero marrón, con una ametralladora debajo del brazo derecho y una mirada prepotente y feroz., además era un hombre corpulento y de alta estatura, rubio, que más parecía un americano que un cubano.

Yo también pague la cuenta y me dirigía a la puerta, cuando intentaba salir el propio Masferrer me dijo:- ¿Y usted por que se va?

Sin pensarlo le respondí:- Por la misma razón que lo han hecho los demás.

M e abrió paso y salí de allí presurosa. ¡Menos mal que parece que no tuvo en cuenta mi osadía de responderle a esa forma a nada menos que a Rolando Masferrer y no me detuvo y sabe Dios, que me podía haber sucedido!

Del mal rato que pasé, me fui a la Plaza de Dolores y me subí en el primer taxi que encontré, sin poder saborear mi delicioso bocadito de crema de espárragos.

Madrid,
25 de julio de 2009

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