01 diciembre 2009

ESTO ME OCURRIÓ A MI

Relato

El llamado Período Especial comenzó en Cuba en l992, después del desplome del campo socialista y todavía persiste, aunque algunos digan que ya pasó, al contrario, creo que se ha agudizado.

En todos estos años hemos sufrido todo tipo de penurias, acompañados de la más persistente represión.

En fecha del año 2005, hacía 18 días que no venía el agua potable en los ciclos de una semana, más o menos, la situación era sumamente desesperada, la casa, ropas, baño, todo sin poder limpiarse, por lo que esa madrugada llegó el preciado líquido con el ruido de aire de las tuberías.

Me levanté temprano y antes de todo, se llenaron los barriles, pues era una medida de precaución, ya que a veces venía y por una rotura imprevista la suspendían por tiempo indefinido y nos quedábamos sin agua.

A primera instancia, saqué toda la ropa sucia, acumulada por más de 15 días, llené el lavadero, la lavadora estaba rota, a mano me di a la tarea . Ya tendida y aprovechando el sol, me dedique a darle una buena limpieza a la casa y hasta la empolvada acera. Acto seguido me metí en la ducha y me di un buen baño, como hacía días que no lo podía realizar.

Eran más de las 3.00 p.m. No había cocinado, tampoco sabía qué hacer, tenía muy pocos abastecimientos, ya habían pasado las dos primeras decenas del mes y la mísera cuota racionada se había terminado, Tampoco había podido salir a buscar algún recurso en los pocos mercados o en la socorrida Bolsa Negra, por lo que me decidí a ir a la panadería de precios diferenciados de Enramadas y Barnada y comprar lo necesario para la cena de esa noche.(Estas panaderías fueron creadas para vender un pan , que se dice “especial”, se diferencia en algo del pan racionado a razón de 0.05 centavos diarios y que allí se vende a el precio de 3.50 cada uno. Los llamados “Merolicos” o vendedores ambulantes, se dedican a comprar cierta cantidad y revenderlos a 5.00 pesos, por calles y barrios donde no existen estos establecimientos y para mayor comodidad de los consumidores, que lo reciben en las puertas de sus casas.

Estos son perseguidos por los inspectores y la policía con ensañamiento, ocupándoles la mercancía y quitándole el dinero que les encuentren encima , llevados a la estación de la policía más cercana, para imponerles una multa por sus actividades “Ilegales” y precisamente en esos días habían hecho lo que le llaman “Un operativo”. No se veía un vendedor por ninguna parte.

Con el estómago vació y el cansancio natural por todo el trabajo realizado, salí a la calle, subí todo Santo Tomás, crucé el parque Céspedes, tomé Aguilera arriba, hasta doblar en la calle Barnada y dirigirme a la panadería. Al llegar… una desagradable sorpresa:- estaba cerrada, por no sé que problema, la producción de la tarde se había suspendido.

Me dije:- Seguro que por aquí hay algunos vendedores, que compraron en la tanda de la mañana y tal vez les quede algo.

Caminé un trecho mirando para todas partes y nada, seguí y vi dos mujeres de la raza negra , de aspecto muy humilde, como escondidas en el hueco de una escalera, con dos jabas . Me dirigí a ellas, solicitando me vendieran un par de panes. Ellas muy asustadas me decían tratando de ocultar las jabas que no vendían nada repetidas veces. Yo les rogaba, pues sin lugar a dudas eran vendedoras. Una de ellas me hizo una seña que mirara para atrás, no me había percatado que dos policías de la misma raza y muy jóvenes venían a nuestro encuentro. Se pararon frente a nosotras y solicitaron a las dos aterrorizadas señoras le dieran las jabas.

Me viré y los reprendí con la ira reflejada en el rostro :- ¡Abusadores! ¡Peores que los esbirros de Batista! ¡Le s pagan por reprimir al pueblo más indefenso! ¡Me voy a tener que alzar otra vez en la Sierra Maestra, para ver si se acaba con tantos canallas! Y veinte barbaridades más-

De varias ventanas y balcones me aplaudían y decían:- ¡Dígale bastantes cosas, a los descarados esos, no persiguen a los ladrones y carteristas y se ensañan con estos pobres, que lo que hacen es tratar de buscarse la vida y mantener una familia, ellos solo andan a pleno día, pero por las noches no se ve ni uno!

Las menesterosas mujeres, no salían de su asombro, al ver el ataque de lo que eran objeto los uniformados y el apoyo de los vecinos, .Estupefactos dieron la vuelta y se alejaron del lugar rumbo a Aguilera abajo.

Las dos presuntas vendedoras salieron rápidamente del escondrijo y tomaron la calle abajo hacía el Paseo de Martí. Les salí atrás rogándole que me vendieran aunque fuera un pan, ellas seguían negándose, yo les suplicaba y les explicaba la situación que había dejado en mi casa y de no ceder a mi petición, mi hermano y yo nos quedaríamos sin comer.

Tenían miedo. Les aseguraba que conmigo no había problemas, que lo que quería era resolver lo necesario para esa noche Y ellas con sus jabas apretadas al cuerpo, continuaban velozmente. Yo sin cejar en mi propósito de llevar un pan , las seguí casi hasta llegar a el Paseo de Martí a punto de echarme a llorar al ver la imposibilidad de poder convencerlas, que era de fiar y que no las iba a delatar. Tanto insistí, que una de ellas mirando para todas partes sacó un pan y cogió los 5.00 pesos y me rogó: - ¡Señora, no vaya por esta calle! ¡No pase por la Plaza de Dolores, que seguro que los policías están allí esperándola!

Les di las gracias y le dije que no tenían nada que temer, nada les iba a pasar, que si me salían al paso, les iba arriba y los golpeaba con el pan, pero que no me lo quitaban, era tanto el coraje que tenía… pero tozuda y desafiante me dije:- Ahora voy a pasar por la Plaza de Dolores, a ver si es verdad que me están esperando.

Hice el mismo recorrido anterior y al acercarme a la susodicha plaza, me pude percatar que en efecto:- Allí estaban los dos policías y varios más conversando animadamente.

¿Qué hice?- Pues como nunca he evadido un choque frontal con estos nuevos sicarios y les he cantado las cuarenta en cualquier lugar y situación, les pasé delante de sus narices y con el pan bien visible, para ver si se atrevían a salirme al encuentro, que les iba decir lo que nunca habían escuchado en sus vidas, aunque me expusiera a la aplicación de la ley de desacato o una fuerte multa por falta de respeto a la autoridad.

Era tanto la rabia que llevaba por dentro…

Afortunadamente, ni me miraron, también puede ser que a esa hora ese lugar es muy frecuentado por turistas extranjeros y con lo que había sucedido antes… ¿Quién sabe lo que les podría decir?

Al llegar a mi hogar, mi hermano me dijo:- ¡Menos mal que encontraste pan!

-¡Ay, mi hermano, no te puedes hacer una idea de los sinsabores que me ha costado este pan!

De mis recuerdos.

Madrid,
23 de noviembre de 2009

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