27 diciembre 2009

NOCHE BUENA EN JARAHUECA

Relatos de amor y de guerra

A pesar de las confusas noticias que se escuchaban de que parte de la Sierra Maestra se encontraba ocupada por el ejército rebelde, comandado por Fidel Castro Ruz y sus seguidores más cercanos, todavía se celebraban las fiestas de Noche Buena, Navidad, fin de año y 6 de enero culminan con el Día de Reyes. Festividades de corte religioso y muy familiares.

En esa ocasión habíamos sido invitadas mi hermana menor y yo a pasar la Noche Buena y Navidad en su casa, situada muy cerca del pueblo de Jarahueca, del municipio Alto Songo, donde vivía mi tía materna Emérita, su esposo Ibrahím Monteagut y sus tres hijos Ibraimcito, Adria y Pilar.

Un día antes nos fueron a buscar a nuestra casa de Quintero, nos fuimos en un moderno jeep de su propiedad. Pasamos por los pueblos de El Cristo, Songo y La Maya. En aquella época con centros comerciales muy bien surtidos y una vida económica en auge. Tomamos por un largo camino, que salía de La Maya, pasaba por El Manguito, donde había una importante estación del ferrocarril, donde se hacía trasbordo para dirigirse a Jurisdicción, el central Baltony, Belona, Ermita y varios más, hasta llegar a la ciudad de Guantánamo.

Los campos bien cultivados ofrecían un hermoso paisaje a nuestra vista a lo largo del camino, fincas cafetaleras, cañeras, ganaderas y frutos menores, bellas casas en cada orilla, también los típicos bohíos de guano adornados con flores de pascua y otras plantas ornamentales. En las cercas, las campanillas florecidas y las abejas libando la miel.

En el ambiente invernal se percibía lo místico de la navidad, se esperaba esta solemne fiesta con júbilo y renovadas esperanzas de un próximo año mejor que el que se dejaba atrás

Llegamos a la vivienda, Nos esperaba una alegre acogida.

En el pueblo había varios comercios, un ranchón de guano, parecido a Rancho Club, allí se celebrarían las fiestas, con buena música y baile, donde participarían las familias de toda la amplia comarca.

Al día siguiente celebramos la Noche Buena en la casa de tía Emérita, con toda la familia. Lechón asado en púa, con el cuero crujiente, al cargo de uno de los empleados de la finca nombrado Eloy. La mesa servida con fuentes de congri, Ñame, yuca, buñuelos, ensaladas y vinos, cervezas de todo tipo, acompañado por turrones españoles y dulces en almíbar. ¡Qué cena! Todo en abundancia.

Después nos fuimos al ranchón, allí nos sentamos en una mesa reservada para la familia Monteagut –Rodríguez, con lo mejor de esa pequeña sociedad, hijos de terratenientes y comerciantes y colonos azucareros. Era una zona poblada mayormente por españoles y sus descendientes, los que habían logrado con su esfuerzo desde principio del siglo XX hacer multiplicar sus riquezas naturales.

Allí conocí a muchos jóvenes, los que se disputaban una pieza de baile, mi tía los seleccionaba entre sus amistades y los más distinguidos.

Como mi hermana y yo no éramos de la zona, llamábamos más la atención, íbamos muy bien vestidas y perfumadas, Los aires de la ciudad nos daban cierta desenvoltura al conversar y desarrollarnos.

Allí conocí a la familia Ramos, dueños de la principal tienda mixta del pueblo, el padre era conocido por “Ramito, su esposa e hijos Waldemar y Delmar. El primero mártir de la revolución, el otro actualmente médico en Santiago de Cuba.

Los Rodríguez, los Sarabia, familia de una conocida periodista santiaguera Nidia Sarabia, a Pupy, los González y muchos más.

Al siguiente día, navidad, nos fuimos a visitar a mi abuela Felipa y familia a la finca “La Serafina” de Sitio Campos, estábamos invitados a almozar. Desde los años 40 no iba a ese lugar. La finca era preciosa, los cafetales, frutales y los potreros, muchos animales, todo esmeradamente cuidados por mi tío menor Manolito. Allí su esposa Romelia y sus hijos Xiomara, Romelia, Felipa, Manolín el más pequeño y tía Rosa.

¡Otra excelente comida! Cerdo asado, pavo y los demás alimentos y golosinas propias de esas festividades. Y sobre todo, mucho calor familiar.

Con mucho respeto, visitamos la tumba de tío Víctor, que había fallecido a los 19 años de edad de un fatal accidente en el año 1925. La familia le había construido una tumba frente al jardín de la casa, rodeado una cerca de hierro y muchas y plantas ornamentales y flores.

De nuevo por la noche para el ranchón, a bailar y disfrutar de la buena música y la alegría que caracterizaban esas festejos. Un joven muy apuesto me miraba con insistencia, no era conocido, había venido desde la colonia cañera propiedad de sus padres en Sabanilla.

Se acercó a nuestra mesa y con mucho respeto le pidió permiso a mi tía para bailar conmigo.

Era un joven de tez morena clara, de muy buena presencia. Mi tía titubeo, pero otro de los vecinos se lo presentó.- Rafael Moreno. Da la casualidad que era hijo de isleños de Las Palmas de Gran Canaria, al igual que nuestro padre y hasta se conocían, tenían además de la colonia de caña una tienda mixta a la que papá le vendía confituras cuando era consignatario de la firma capitalina “LA Ambrosia” en la ciudad de Santiago de Cuba.

Simpatizamos desde el primer momento, sentíamos una atracción mutua, por lo que los demás días, a pesar de que muchos se disputaban mi compañía, no bailé con ninguno más. Me sentía muy bien con él y además…sus gentilezas, educación y atenciones, que no se acercara a ninguna de las demás muchachas, algunas muy bellas y mostrara su preferencia por mi. Bailábamos casi siempre cuando la música era más suave casi abrazados y susurrándonos hermosas palabras, tratando de alejarnos en lo posible de la mirada de tía Emérita. Esta sensación de felicidad, me transportaba al cielo, no deseaba que la noche culminara, siempre con la promesa de volver al día siguiente a verlo y disfrutar de su presencia.

¡Qué navidades más felices!

Sucedió que por este motivo, unos muchachotes del barrio, algo toscos y vulgares, se disgustaron al punto, que cuando regresábamos a la casa ya de madrugada, trataron de chocarnos el jeep, atravesándose en el camino de forma mal intencionada. Mi tío político Ibrahím se bajó y los amonestó severamente y a duras penas se apartaron del camino profiriendo amenazas. Se decían que asumían esta actitud, al sentirse despreciados y que en fiestas anteriores hacían lo mismo, cruzarse en la vía, para impedir el paso, con la ropas y sombreros al estilo de los vaqueros del oeste americano.

Llegó muy a mí pesar la última noche de fiestas, deberíamos regresar al día siguiente a la ciudad. ¡Qué días tan inolvidables! ¡Cuantos amigos hicimos! Entre los mejores Waldemar y Pupy González, muy agradables y respetuosos, Pipo Rodríguez y familia de los González Sarabia, Marianita y Martha Cue. (Muchos después fueron destacados combatientes) Además visitamos a otras familias, entre ellos:- La de los Monteagut, que tenían una hermosa finca en los alrededores. Allí Luisa Rodríguez y Jaime Monteagut con sus 12 hijos y numerosos nietos, las más jóvenes como Mirtha y su hermana, Marlene, la pequeña Magali, nos hicimos muy buenas amigas. Allí estaba mi tío Camilo, casado con Ibia, hermana de Ibrahím, por lo que los hijos de ambos matrimonios eran primos par partida doble, Ibrahím, Adria y Pilar, por la otra parte Víctor, Irma, Yolanda, Serafín, Norka y Lisette.

El banquete fue en grande, abundantes manjares y bebidas. Pasamos un día grandioso y feliz entre esa familia de tantos años de unión, algunos de los mayores me recordaba como era de niña pequeña y que al llamado José Armando, le decía “Chemando”, que me regalaba juguetes y caramelos cuando visitaba a mis padres.

La despedida con Rafael… ¡Cuantas promesas me hizo de amor eterno! Nos veríamos en la ciudad, donde él estudiaba. Me sentía muy ilusionada y lo esperaba con ansiedad.

¡Qué sucedió? Pues da la casualidad que era compañero de estudios de José López Rodríguez (Pepin), sobrino de Inesita López Ortiz de El Rodeo, El Caney y que era para mí como un hermano mayor, me cuidaba y quería mucho.

No sé como salió la conversación, pero Pepin le requirió que si no venía con buenas intenciones conmigo, que no se atreviera a molestarme, yo era una muchacha seria y de buena familia. El le confesó que tenía a su novia, que estaba comprometido a casarse y que lo sentía mucho, pero no podía dejar de cumplir su palabra con ella y su familia.

Pepin muy ceremonioso, me visitó y puso al corriente de todo, por lo tanto:-¡No quiero enterarme que lo has vuelto a ver! ¡Ese no es hombre para ti!

¡Borrón y cuenta nueva! Yo respetaba mucho a Pepín y jamás traté de tener un nuevo encuentro con mi inesperado romance.

-Que me dolió, fue cierto, cerraba los ojos y su imagen se reflejaba en mi mente con insistencia, la suavidad de sus caricias, su sonrisa, la mirada firme y amorosa, pero… ¿Qué podía aspirar en esas condiciones? Trate por todos los medios de olvidarlo, con toda las fuerzas de mi voluntad, rogué no volver a encontrarlo en mi camino y así fue:- ¡Jamás lo volví a ver!

-Así moría una naciente ilusión.


Madrid,
16 de diciembre de 2009

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