29 diciembre 2009

SABOTAJE AL MOTEL RANCHO CLUB

Relatos De amor y de guerra
Capítulo XXVI

Continuaban los actos temerarios, aumentaban los sabotajes, los bombas y petardos, estremecían el silencio de la noche, lo cócteles Molotov explotaba e incendiaban a diestra y siniestra, las víctimas crecían por días.

El objetivo era derribar una de las torres de radio, la muy alta, era de la emisora RHC Cadena Azul, frente a la carretera central, en Altos de Quintero, que se encargaba de retrasmitir desde La Habana y estaba ubicada en la parte más alta, aledaña a la vaquería del mismo nombre, propiedad de Emilio Gil, pero era muy difícil, estaba custodiada permanentemente, además la familia encomendada de su cuidado, vivían al lado.

La otra torre era de la emisora local CMKC, se encontraba al lado de Rancho Club, un centro muy típico, inaugurado en el año 1940, con el techo de guano entretejido, de una nave grande, que servía de cabaret y restauran, a un lado se había edificado un moderno motel de placa monolítica, con una hilera de habitaciones y entre los dos un amplio jardín y parqueo con un muro que servía de mirador de una vista muy hermosa, desde esa parte alta de la ciudad de Santiago de Cuba.

Se decía que en motel se hospedaban dos ciudadanos americanos y al derribar la torre, por la inclinación del terreno, debería caer precisamente sobre el techo, que el escándalo sería en grande, por la divulgación de la prensa extranjera, que tendría el atrevido acto, tal vez como se haría a avanzadas horas de la noche, hasta podía producirse el deceso de uno de ellos.

Se planificó de tal modo, que participarían varios combatientes, uno se encargaría de instalar los cuatro artefactos explosivos, una en cada pata de la base que la sostenía, otros vigilarían muy de cerca. Entre ellos.- mis dos hermanos Serafín y Nino (Alberto y Ricardo) un vecino de barrio nombrado Kilo Calderón y otros más.

La operación de colocarlas se efectuó con todo éxito, eran bombas de reloj y deberían explotar con un intervalo de unos cinco minutos.

Mis hermanos regresaron a la casa. Un rato después se escuchó la detonación de la primera, seguida de la segunda y la tercera, la cuarta no explotó.

A la mañana siguiente fueron a comprobar qué había ocurrido en realidad. La torre se encontraba inclinada sobre el motel. Sin tocar la cubierta, sostenida por el soporte que había permanecido intacto al no estallar el cuarto explosivo.

De todos modos, el escándalo fue en grande, centenares de personas desfilaron para observar el espectáculo que ofrecía la enorme torre de hierro abatida y a pocos centímetros del techo del motel.

¡Qué temeridad y poco valor a la vida de los demás!

Los jefes del movimiento, que habían dado la orden de ejecutar tan peligrosa acción, también encomendaron a mi hermano Serafín, que fuera al lugar y recogiera la cuarta bomba, para analizar el por qué no había cumplido su cometido, que era derribar totalmente la torre.

¡Y lo cumplió! La desmanteló y providencialmente, nadie lo vió o lo quiso denunciar.

Así actuaban los aguerridos y temerarios jóvenes de la llamada Gloriosa Generación del Centenario, al riesgo de su propia vida, se enfrentaban a la muerte cada día.


Madrid,
7de diciembre de 2009

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