07 enero 2010

UN CUBANO EN MADRID

Estampa

Desde los primeros meses de 1959 comenzaron muchos cubanos a emigrar hacía España, “La Madre Patria”, de donde proceden los progenitores de más del 80% de ellos.

Buscaban un espacio de libertad, otros como trampolín para más tarde trasladarse a Estados Unidos y otras naciones.

En la actualidad este fenómeno no ha cesado, se valen de muchos medios, los más afortunados se acogen a la nacionalidad de uno de sus padres, otros mediante matrimonios, artistas, deportistas y otros viajeros desertan y se lanzan en el primer aeropuerto que les sea posible. Así la cifra se calcula hoy en unos 40,000 mil, diseminados por toda la península ibérica y sus islas.

Nuestro personaje, no se quiso quedar atrás, tenía la ciudadanía heredada de su padre isleño de Las Palmas de Gran Canaria.

A pesar de sus más de siete décadas de vida, se lanzó a la aventura con mucho optimismo. ¡Yo soy una bárbaro! ¡Yo hago lo que sea! ¡No le tengo miedo a nada!

Así llegó un frío día del mes de diciembre.

La solidaridad humana vale mucho, no faltaron compatriotas y familiares que lo llevaran a conocer lo más típico de Madrid: La Plaza del Sol, con su oso y el madroño, La Plaza Mayor, la Plaza de Cibeles, La Puerta de Alcalá, La Plaza de España, El Parque de El Retiro, demás parques y avenidas, El Museo del jamón,
los antiguos edificios tan bien conservados, todo le causaba admiración.

¡Qué maravilla! Exclamaba lleno de asombro al ver las numerosas cafeterías y restaurantes a todas horas colmadas de público y…! A pedir de boca! Los ojos se le salían de las órbitas al ver tantas tiendas y joyerías ¿Cuántas cosas que hacía mucho tiempo que no veía?

Esos fueron los primeros días, ahora debía enfrentarse a la nueva vida solo, los amigos y familiares tenían sus propias ocupaciones.

Una mañana se vio dentro de un metro, tenia un mapa con todas las indicaciones, pero no pudo evitar sentir pánico, se sobrepuso y escuchaba con atención la voz que indicaba cada parada y hasta la correspondencia con otras líneas. Cuando oyó la que le tocaba, salió de prisa a abrir la puerta, tan rápido que introdujo una mano en el lugar inadecuado y se le quedó trabada. ¡Qué apuro! Sudaba copiosamente, no salía por mucho esfuerzo que hacía, casi se desmaya, personas caritativas le echaban fresco, paró el metro y vino el auxilio necesario, nuestro compatriota juró no meter jamás la mano donde no le incumbe. La lección fue muy severa.

Tuvo otros percances, pero de menor cuantía, como pedir una comida, según la carta y toparse con algo extraño y desconocido, al cruzar una calle sin semáforo pararse y hacerle señas al chofer que continuara, hasta que un día uno molesto le gritó:- ¡jiripollas!

Al preguntar qué significaba y porque se lo decía, supo que las calles señalizada para peatones, los autos le ceden el paso.

Poco a poco nuestro “Héroe” iba aprendiendo, pero lo que le sucedió hace unos días, no tiene nombre en la historia. Hacía mucho frío y se puso además de una licra, tres pantalones, iba presuroso para su recién estrenado empleo y tomo un autobús, que a esa hora de la mañana iba repleto. Estaba en medio del pasillo cuando su móvil comenzó a avisarle que alguien lo llamaba, Se metía la mano aquí… allá… y el celular seguía sonando y no aparecía, se bajó el primer pantalón, nada, el segundo, nada, el tercero, ante la mirada asombrada de los viajeros, hasta que alguien le gritó.- ¡Oiga, lo tienes en el bolsillo de atrás! Abochornado se bajó en la primer parada que hizo el autobús, enredado entre los tres pantalones y ya no sonaba.

¡Qué desgracia coño, esto nunca me hubiese pasado en Cuba!


Madrid,
29 de diciembre de 2009

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