27 marzo 2010

RELATOS DE AMOR Y DE GUERRA

Capítulo III, Asalto al Cuartel Moncada

26 de julio de 1953

En la vacaciones de 1953, como lo hacía todos los años, me fui para la casa de mi tía paterna Soledad (Solita), que vivía junto a sus esposo e hijos en calle C No. 2, entre calle 2da. Y Paseo de Martí, del Reparto Sueño, Santiago de Cuba. Precisamente frente al Cuartel Moncada.

Allí tenía muchas amigas, algunas hijas o novias de militares, entre ellas: Ivonne, Rosa María de la Guardia Sánchez, Raquel Mediavilla, Xiomara López y su hermana menor Chabela, Norma López, Sarita Morales y varias más. Tenía amistad con Lolita y sus sobrinas, (esposa de un oficial de apellido Hechavarría) que vivía frente por frente a la casa de mi tía. Al lado la familia compuesta por la madre Asela, sus hijos Julio Trujillo y sus hijas Aselita y Darcia Aranda. También tenía amistad con Moraima Piña, familiar de varios militares.

Por este motivo fui designada, para que sutilmente me introdujera dentro del cuartel, ya que con frecuencia acompañaba a algunas de estas jóvenes a ver las películas, que se proyectaban en el cine Mariana Grajales. (Hoy Estudios de Tele Rebelde).

Mi propósito era saber la cantidad de militares que había, los puntos más estratégicos, como la armería, la ubicación de las entradas principales, el lugar donde radicaba el Club de Oficiales y demás datos de importancia. Confeccioné un plano y se lo entregué a la persona que me había seleccionado para esa misión: Señor Miguel Formento. Viejo luchador y de origen español, amigo de muchos años de nuestra familia. Este me llevó a conocer al único mártir del asalto al Cuartel Moncada: Renato Guitar Rosell, que vivía en la calle Santa Lucia entre San Félix y San Pedro. Me impresionó su seriedad, a pesar de su juventud y una mancha roja que tenía en el rostro. Este era hijo de un acaudalado comerciante santiaguero.

Yo en realidad no sabía lo que iba a suceder unos días después. Cumplía las órdenes, sin preguntar nada y en el más absoluto secreto.

Llegaron los carnavales, como todos los años, con mucha alegría y colorido. Comenzaron el 24 de julio. Día de Santa Cristina Ese año el jurado, que era el lugar por donde desfilaban las comparsas, paseos, congas, carrozas y máscaras a pie, las cuales recibían premios, también pasaba luciendo su belleza, la reina del carnaval y sus damas de honor, lo situaron en una esquina del Cuartel Moncada, frente al Paseo de Martí, atravesando la carretera central. Por el fondo a la derecha El moderno Hospital de emergencias, más arriba el antiguo Hospital Provincial Saturnino Lora y el Hospital Oncológico, construido por la familia Bacardí en memoria de un familiar fallecido de esa enfermedad de apellido Bosch. Por la derecha, varios comercios.

La euforia era contagiosa, por todos los barrios se bailaba y bebía, principalmente las calles de Trocha, Paseo de Martí, Santa Úrsula, San Agustín, Trinidad, San Pio, Padre Pico, y muchas más, llenas de kioscos, bellamente adornados, con mucha bebida, las cervezas Hatuey, Cristal y Polar, comida en abundancia, donde no podía faltar especialmente el congrí con chilindrón de chivo, las ayacas con enchilado de cangrejos y el bacalao con ñame. Era comidas muy típicas de esas fiestas.

En las sociedades de esa época, se celebraban fastuosos bailes de disfraces, en los jardines de la cervecería Hatuey, en los cabarets y clubes de la ciudad.

Yo que era muy joven, disfrutaba esas fiestas con gran regocijo y no dejaba ni una noche de salir con mis amigas y familiares.

Un detalle que no puedo omitir: Mis amigas, esencialmente, las hijas y novias de militares, habían sido seleccionadas para participar en la carroza del cuartel, que todos los años desfilaba, con las muchachas más bellas de la barriada, me habían designado, para que yo también estuviera con ellas. Desde el primer momento pensé negarme. ¿Yo en la carroza del cuartel? Se lo comuniqué a mi tía, esta, que tampoco simpatizaba mucho con los militares, más después del 10 de marzo. Me dijo rotundamente que no, que buscara una excusa. Lo pensé rápido: - Mi padre no me dejaría desfilar en una carroza con los muslos al aire, el traje era tipo militar, de color amarillo mostaza, con charreteras doradas, la falda muy corta de tachones, botines y mucho maquillaje. Había que estar bailando todo el tiempo al compás de la música de moda, por supuesto, congraciarse mucho más con los oficiales. No me agradaba en nada.

Mis amigas Raquel y Rosa María, participaron, una muy rubia y esbelta, la otra acabada de cumplir los quince años, muy bonita y alegre. Aceptaron con disgusto mi negativa, pues era de su grupo más selecto.

El segundo día del carnaval , día de Santiago Apóstol, patrón de la ciudad, vino mi madre con mis dos hermanos más pequeños, Antonio y Merceditas, de Quintero, que era donde vivíamos, en el kilómetro 5 y medio de la carretera central, para asistir al jurado, que comenzaba los desfiles después del medio día. Era un carnaval precioso,

Por la participación de todo el pueblo, los visitantes de otras provincias, que no dejaban de asistir a los carnavales más famosos de Cuba, los comerciantes, los hacendados y dueños de fincas, que venían con camiones engalanados con pencas de guano. Creo que nunca más hubo otro igual, con la seguridad y tranquilidad, que lo caracterizaba.

Ya en el jurado, nos encontramos con Conrado Dávila Barreto (Cuco), dueño del bar Central de Avenida de Garzón y Carretera Central. (Posteriormente asesinado en l958 por los esbirros de Batista) amigo de la familia, por tener una casa contigua a la nuestra en Quintero.

Este le aconsejó a mi madre que no me dejara en la ciudad esa noche. ¿Por qué lo dijo? ¿Sabía lo que iba a ocurrir horas después?, Nunca lo supe.

Después de que se terminaron los desfiles, mi madre regresó a Quintero con mis hermanos, yo le rogué que no me llevara, que esa noche estábamos invitados al kiosco que tenían en Trocha la familia Piña, que era de dos plantas, iban mi tía, su esposo Antonio Dragoní Michel y sus hijos, Benito (Tuto) y Serafín (Tata) y Anibal, los dos más pequeños, Antonio y Aminta, estaban pasando sus vacaciones con su familia paterna en la hacienda de sus abuelos en Paso Lajas, cerca del Central Baltony

Mi madre accedió y yo muy alborozada, me puse pantalones y un pullover apretadito, me maquillé más de lo acostumbrado, era carnaval, lo que se usaba, ya que los pantalones se ponían para ir al campo o la playa y en esas fiestas, el resto del tiempo, eran vestidos muy a la moda de aquella época, faldas muy amplias y vaporosas, vestidos corte princesa, tacones altos, bolsos haciendo juego, pero en los carnavales se usaba ropa cómoda y zapatos bajos, se caminaba y se bailaba y arrollaba detrás de las congas , paseos y comparsas, todo el tiempo.

En Trocha, todo era bullicio y alegría, disfrutamos de la buena comida y las frías cervezas, a mí me gustaba la Cristal, los demás la Hatuey o la Polar, pero la más popular era la Hatuey.

La fiesta estaba en su apogeo, pero mi tía quiso regresar con sus muchachos, Ñico, se quedó con sus amigos. Serían la 1.00 de la madrugada, más o menos. Nos acostamos, me dormí enseguida, había sido un día de mucho ajetreo. Mi habitación era la segunda, al lado de las de mi tía y esposo, la tercera de los niños más pequeños, y la cuarta de los varones, en esta ocasión también del suegro de mi tía, que había venido a pasarse unos días en la ciudad. Este era un recio personaje, que decía descender de franceses e italianos, que usaba un fino bastón con la empuñadura de oro, a su edad, unos setenta años, se conservaba muy bien y fuerte.

Aproximadamente a las 5:00 de la mañana, comenzaron los primeros tiros y ráfagas de ametralladoras. Mi tío político no había regresado. Tía Solita se tiró de la cama al escuchar los disparos y corría de habitación en habitación: ¡Levántese! ¡Están asaltando el cuartel! Me incorporé en la cama soñolienta. ¡Tía, déjame dormir, esos son cohetes!

¡No son cohetes, son tiros!

Ya completamente despierta a los gritos de tía, me percato, que en realidad eran tiros, nos levantamos presurosos, nos vestimos y asomamos a las ventanas de la sala, desde allí se observaba la parte que da para el Paseo de Martí, las aspilleras y los muros.

El tiroteo era intenso, los guardias desde las aspilleras nos gritaban: ¡Cierren las ventanas! ¡Entren, esto es revolución! Por la calle caían los numerosos casquillos y hasta en el patio de la casa, los vecinos más cercanos muy asustados, también se asomaban de vez en cuando y preguntaban: ¡Qué será? Nadie podía suponer quienes eran los asaltantes. Me dije: - Razón tenía Cuco, aquí iba a pasar algo muy grande.

Los vecinos del número 1, compuestos por el matrimonio y tres hijas menores, salieron a la calle, el padre con un palo de escoba con un pañuelo blanco gritando: ¡Bandera de tregua! ¡Bandera de tregua! Uno de los guardias le gritó. ¡Salgan rápido! ¡Piérdanse! Corrieron calle C abajo, como alma que lleva al Diablo.

Continuaban los tiros, se escuchaban voces: ¡Pelen de frente cobardes, partida de hijos de puta, maricones…

A ciencia cierta, no sé de donde partían esas voces, si de un bando o del otro, era mucha la confusión. Según la historia escrita después, era los asaltantes, que estaban parapetados en el antiguo hospital provincial, entre ellos Haydée Santa María y Melba Hernández, el Dr. Mario Muñoz Monroig entre otros. También se dice, aunque no lo creo que Raúl Castro estaba encaramado en la azotea del edificio de la Audiencia Provincial con una ametralladora calibre 30. Quien conoce ese edificio, aledaño al cuartel, con las entradas custodiadas, las escaleras estrechas, se preguntan: - ¿Cómo pudo salir de allí? ¿Dónde apareció la ametralladora? ¿Como en el fragor de la batalla pudo escapar, tan cerca del lugar donde se desarrollaba la desigual ofensiva?

Eso nunca se dijo, lo cierto que lo encontraron huyendo debajo del puente del río San Rafael, cercano al pueblo de San Luís, rumbo a Biran, al feudo de sus padres, vestido, no del uniforme del 26 de julio, sino un pullover blanco, que lo hacía aparecer como un alfeñique cuando fue detenido por la guardia rural y trasladado a la ciudad de Santiago de Cuba, conducido al Vivac Municipal de la calle Aguilera y Padre Pico.

Las fotos están, en los periódicos y revistas de esa fecha.

Es bueno señalar, que toda esa zona fue tomada militarmente, varias cuadras a la redonda, por lo que mi tío político, al enterarse de lo que estaba ocurriendo en el cuartel, quiso regresar a su casa y fue detenido en la calle 2da. Mi tía les gritaba:¡Suéltenlo, es mi marido, vive aquí! No sabemos a dónde lo llevaron, pero no le ocurrió nada.

Nosotros como jóvenes al fin (Mis primos y yo) nos parecía estar presenciando una de las muchas aventuras radiales de aquellos tiempos, como Los tres Villalobos, Tarzán, Leonardo Moncada, Chan Lí Po y Cruz Diablo. No teníamos miedo, mi tía estaba muy nerviosa, su suegro al principio se hizo el v aliente, nos decía con orgullo y prepotencia: - Esto no es nada comparado con la Revolución Francesa. Esto, hasta que se dio cuenta de la gravedad de los hechos, entonces le comenzó una diarrea, que no daba tiempo a que se llenara el tanque de agua del servicio sanitario. Tembloroso le pidió a los nietos: - ¡Sáquenme un pasaje urgente para Guantánamo en avión, por favor! ¡Imposible! Todas las salidas y entradas de la ciudad estaban cerradas, mientras… mi tía barría los casquillos que caían .en el patio. Los Trujillo- Aranda, deseaban huir, pero no se atrevían a salir a la calle, en una de esas Julito salió corriendo y entró a la casa nuestra, creía que iba a estar más seguro, lo persuadimos, que la suya estaba más protegida.

Julio Trujillo, después fue un destacado cantante, que falleció muy joven.

Por la calle 2da. Venían la familia del Teniente Morales, una de sus hijas, con su bebé recién nacido en los brazos, nos gritaba: -¡Dice mi papá que nos vayamos, que tal vez hasta bombardeen el cuartel! A esa hora, ya era uno de los muertos, pero aún no lo sabían.

Mi tía aterrada, Don Antonio con la diarrea a más y mejor.

Otra anécdota curiosa, un hombre se había disfrazado como el héroe de las aventuras de moda: - Cruz Diablo. Venía enmascarado, con la vestimenta del personaje, todo de negro, con una amplia capa, montado en un caballo, bajando la carretera central. Desde las aspilleras le gritaban: -¡Alto! ¡Alto!. Al parecer tenía una borrachera, que no se había percatado de lo que estaba sucediendo y a su vez gritaba:- ¡Cruz Diablo! En una de esas, parece que un tiro le pasó cerca de una oreja, se tiró del caballo, corrió calle abajo, mientras la capa negra volaba y dejó al pobre jamelgo abandonado a su suerte, ¿Qué sería de él? Tampoco lo supimos, mi tía cada vez más asustada nos conminaba a apartarnos de las ventanas.

Un hecho que nunca se ha divulgado y que en varias entrevistas que me han hecho a través de estos años he señalado y que vimos mi tía y Lolita, la vecina de enfrente, mis primos, fue cuando una columna de hombres muy jóvenes, de la raza blanca, vestidos de militar, pero me llamó la atención, que en vez de usar los cinturones de color mostaza entretejidos, iban con cinturones de charol negro, se dirigían a la casa del Coronel Alberto del Rio Chaviano, Jefe militar del cuartel, que era un chalet de madera, en la esquina de el Paseo de Martí y calle D, de Sueño. De inmediato comenzó un fuerte tiroteo. Lolita que los había visto pasar comentó; - Parece que son guardias contra guardias, están atacando la casa del coronel.

Un rato después supimos que el teniente Morales había muerto. También un militar avisó desde el cuartel a la familia Hechavarría, que el teniente estaba de guardia y participó en la defensa del cuartel, había sido herido. Su hijo Luis, de unos l5 años, salió corriendo bajo la balacera, brincó los muros y se introdujo en el cuartel, llegó hasta donde se encontraba su padre tirado en el piso desangrándose, con una bala incrustada en el cráneo, a la altura de la oreja. Luis lo arrastró y llevó a lugar seguro. Fue un hecho heróico de un hijo con su padre moribundo.

La columna que había asaltado la casa del coronel, al cabo de la media hora, pasó por la misma calle, pero ahora con las manos en alto, rumbo a la carretera central. ¿Quienes eran? ¿Qué les sucedió? Nos suponemos que todos fueron fusilados, ni uno quedó como testigo de la acción. Jamás se dijo nada de este hecho.

Ya cerca de las 11.00 de la mañana, cesaron los tiros, algunas ráfagas de ametralladoras de vez en cuando, creemos que sería ultimando a los que quedaron vivos.

Algunos periodistas santiagueros, se les permitió entrar, para reportar el suceso y tomar fotos, entre ellos el periodista de apellido Ocaña, este tomó una foto de José Luis Tasende, sentado en el piso y recostado de una pared, con las piernas ensangrentadas, pero vivo, después apareció entre los muertos. Esta evidencia quedó para siempre, que a los asaltantes que lograron penetrar al cuartel y no murieron en combate, se les asesinó posteriormente.

Ya al medio día, teníamos hambre, no habíamos desayunado, habían quitado la electricidad, lo único que tenía el refrigerador descongelado, eran unos macarrones con gallina, que tía había hecho en día antes y refrescos calientes, no los comimos, aunque ya estaban ácidos.

Así transcurrió el día, por la tarde se apareció mi madre muy asustada, había estado detenida, al querer llegar a la casa a buscarme, la registraron, le encontraron en un pequeño monedero una cuchilla de afeitar Guillete. Ella les dijo a modo de defensa, que si creían que con una cuchilla se atacaba un cuartel. ¡Qué estupìdos! Más tarde la liberaron M e recogió y nos fuimos para Quintero caminando, también el transporte había sido suspendido.

Ese día mataron a “El niño Cala” por el Paseo de Martí, tenia fama de revoltoso y ese día lo eliminaron, no sabemos si estaba involucrado con los asaltantes. También falleció en el Hospital Provincia Saturnino Lora, el padre de la que fue mi cuñada Margarita Godinez Bandera, dicen que de un infarto, pero ni lo entregaron a su familia ni lo dejaron velar y darle ellos Cristiana sepultura.

Entre los muertos del asalto militares, estaba operado Enrique Ferrandiz, en el Hospital Militar, (Hoy Escuela de Estomatología) dicen que tenía un arma debajo de la almohada y que uno de los asaltantes lo ultimó. Era el marido de Adita Alfaro, los conocía desde los años 40, del barrio de Cuabitas, donde vivimos desde el año l944 a l949.

Hasta aquí mis recuerdos de ese desgraciado y memorable día. Después continuaron los registros, sabotajes y muertos.

La historia ha recogido que el 50% de los que estaban convocados a participar en el asalto, se perdieron y no pudieron llegar al lugar de los hechos, por no conocer la ciudad. También Fidel Castro que iba en uno de los tres automóviles que debían de entrar por la Posta 3, que era la única entrada que solo, la cerraba una cadena, las otras dos postas permanecían todas las noches con un camión atravesado lleno de sacos de arena.

Los primeros asaltantes, procedentes de la Granjita Siboney, que era propiedad de la familia Vázquez, dueños de una farmacia en la Avenida de Garzón, casi frente al Instituto de Segunda Enseñanza. Esta fue alquilada con el pretexto de poner una granja de pollos, en realidad lo que se hizo fue guardar armas en un pozo de al lado de la casa.

En primera instancia fue detenido, pero por ser una persona de sólidos prestigio y no poder comprobarse que estuviera insmicuído en lo ocurrido, se dejó en libertad. Después del triunfo de la Revolución. Fue confiscada y convertida en un museo..

Al llegar a la posta señalada, uno grito:- ¡Paso al General! Era la contraseña, para dejar pasar a Fulgencio Batista, comenzó el ataque, matando a la posta, la guardia cosaca que estaba de ronda, al escuchar los disparos, dio la alarma, Fidel, dio marcha atrás y se fue huyendo hasta la Grajita Siboney, se cambió de ropa y se interno entre las montañas de La Gran Piedra.

Al enterarse sus padres Ángel Castro y Lina Ruz, viajaron inmediatamente a la ciudad de Santiago de Cuba, allí se entrevistaron con el Arzobispo Enrique Pérez Serantes, por las relaciones que habían tenido con la Iglesia católica, en los años que Fidel y Raúl fueron alumnos, primero de Colegio de La Salle, ubicado en la calle Heredia esquina a Corona, después del Colegio de Dolores de Aguilera y la calle Reloj y más tarde, después de varios conflictos con los prelados, estudió Fidel en Los Hermanos Marista en La Habana.

El propio Pérez Serantes, acompañado de un grupo de militares, al mando del Teniente Pedro Sarriá Tartabul, salieron en busca del fugitivo, lo encontraron en un bohío vara en tierra solo y hambriento, un soldado al saber que era el propio Fidel Castro, quiso ultimarlo, lo que impidió el Teniente Sarriá Tartabul con estas palabras que pasaron a la historia:- “Las ideas no se matan”. Fue traslado al vivac municipal, donde ya se encontraban detenidas Haydée Santa María y Melba Hernández.

El resto de los que nunca entraron al cuartel y se encontraban dispersos por la ciudad, tratando de sacar un pasaje para regresar a sus respectivos lugares de residencia, unos fueron detenidos , se comentaba en aquellos tiempos, que en una agencia de viajes de Santiago Habana, trabajaba una muchacha muy hermosa, se llamaba Ibis Fonseca, de no muy buena reputación, vivía con su familia y una hija en la Avenida de Yarayó, que esta tenía buenas relaciones con los militares, pues de una cafetería había pasado a un puesto de trabajo más decoroso y cuanto pasajero procedente de las provincias occidentales solicitaba pasaje, lo denunciaba .Posteriormente, ante el triunfo inminente de la revolución, viajó a Estados Unidos., con su hija Yamilé, que supuestamente era hija de Higinio Díaz Ané (Comandante Nino Díaz)Para los revolucionarios: Traidor a la revolución, no era comunista y también emigró al principio del año l959.

Después fueron trasladados al a Cárcel Provincial de Boniato, donde se dice que trataron de envenenar a Fidel Castro, pero que un militar de honor, nombrado Jesús Yanes Pelletier, lo impidió. Falleció en La Habana, siendo un acérrimo opositor al gobierno imperante.

Otros menos afortunados, se internaron en las lomas de El Caney, fueron capturados y asesinados, muchos de ellos enterrados en el cementerio del propio pueblo, de esto son testigos muchos de sus habitantes

Más tarde, vino el famoso juicio de los moncadistas y e alegato de Fidel “La historia me absolverá”. La condena y traslado a el Presidio Modelos de Isla de Pinos (Hoy Isla de la juventud) En menos de dos años, el presidente Fulgencio Batista firma una amnistía y todos salen absueltos.

En Santiago de Cuba, continúa la lucha, aumentan las células, los sabotajes y también los asesinados. Se los contaré en los siguientes capítulos.

Madrid, 20 de junio de 2009

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