13 abril 2010

SALVADO POR CASUALIDAD

Relatos de amor y de guerra

Capítulo XXII

El 28 de febrero de 1968, nos mudamos para la calle San Carlos Número 257, entre San Pedro y Santo Tomás, en la ciudad de Santiago de Cuba. Ya mi padre estaba muy enfermo.

Los vecinos de la cuadra .
Nos recibieron muy bien. Algunos eran ya conocidos, como Agustina, Francisco Pruna, su hijo, nuera y nietos,
Manzano y Celeste. Los desconocidos era Belikis Espinosa, Juan Larramendi, la familia de Margot y Enrique Medina, la familia Morales Larramendi, los Leyva y Emilio Martínez y una pareja con dos niños en la esquina, que apenas pudimos conocerlos, se fueron del país días después, en la esquina opuesta, la dulcería “La Corona” y la casa de los Veranes.

Mi padre necesitaba inyectarse todos los días, a lo que se brindó en gesto de buena voluntad Medina, iba a cualquier hora, ¡Qué persona más amable y atenta!.

Unos de esos días coincidió con la visita de mi hermano Serafín, al verlo se le demudó el rostro y se fue para lo último de la casa. Una vez culminada la humanitaria labor, se marcho con el ofrecimiento, que para lo que lo necesitaran, no tuviésemos pena, que lo llamaran, lo mismo que a su esposa Margot.

Mi hermano volvió a la sala indagando:- ¿Ese señor es Enrique Medina, el que vive en la casa de casi frente a esta? Le respondimos afirmativamente .El con la voz entrecortada (El era muy sentimental) nos contó algo que nos pareció a aquella altura de los años transcurridos una atrocidad.

¿Quién era Enrique Medina? Nada menos que el dueño de varios cines, entre ellos:- Medimar, se decía que lo nombró así en honor a su apellido y las primeras letras del nombre de su esposa, (Hoy en ruinas), en la calle Santo Tomás entre Santa Rosa y Princesa, el cine América, en la calle Calvario y otro por la calle Lorraine.

Era un hombre de negocios y que también le gustaba la política, por lo que en aquella etapa aspiraba a Representante, Por el Partido Auténtico en las elecciones que deberían celebrarse en 1958, ya en plena guerra, por lo que la dirección del Movimiento 26 de julio, había ordenado sabotearlas de cualquier forma y también debilitarla con atentados a sus principales figuras, tal como le ocurrió el 1 de julio de ese año a el concejal del PAP Nicolás Rivero Agüero, hermano de un candidato a la presidencia de la República, que fue ultimado a tiros en la puerta de su casa de la calle Máximo Gómez número 159 1/5, esquina a la calle 10 de Octubre. También resulto herida su esposa Delia Santamaría. Los autores de este atentado, muy jóvenes, trataron de huir en jeep, fueron perseguidos y acorralados por varios carros de patrulla y tras un intenso tiroteo sucumbieron en la calle Máximo Gómez y Barnada.

Varios días después identificaron a uno de ellos como el joven Alvaro Barriel Cruz.

Ahora le tocaba el turno de ser ultimado, para dar un escarmiento y que los demás políticos aspirantes se atemorizaran, a la reconocida figura política y social , que representaba Enrique Medina.
Para efectuar este atentado, se habían designado dos aguerridos combatientes, los que ya habían dado muestras de valor en otras acciones muy riesgosas. La juventud de ese tiempo no escuchaba consejos, ni meditaba en las consecuencias de sus acciones, cumplían las órdenes de los jefes del movimiento a cualquier precio, así fuera con su propia vida.

Uno de ellos era mi hermano Serafín, armado de una pistola, se dirigieron a la casa marcada con el número 258 sigilosamente. En la esquina de la calle San Pedro, lo esperaba el chofer de un auto con el motor encendido, para no peder tiempo y desaparecer del lugar de los hechos lo antes posible.

Ambos combatientes se asomaron por las persianas abiertas a una de las ventanas de la sala de la amplia casa. A pocos pasos se encontraba Medina de pie. El compañero de grupo le indicó bajo;- Ese es. ¡Dispara!

Al momento que afinaba la puntería, para no fallar la descarga, observó como éste levantaba en sus brazos a una pequeña niña, que supuestamente era nieta y la arrullaba y acariciaba.

Mi hermano bajó la mortífera arma, mientras el otro, ya nervioso, le decía:- ¿Por qué no l e tiras?

Este viró la espalda y pronunció estas palabras: - Tiene una niña en sus brazos y si yo la mato, atrás me doy un tiro, no tengo valor para hacer eso.

Así salvó su vida un hombre intachable, ya que después del triunfo de la Revolución, nadie se atrevió a acusarlo de haber cometido ningún abuso contra sus semejantes, más bien un individuo caritativo y servicial. En esos momentos lo estaba demostrando.

Mi hermano, que ya a esa fecha era padre de dos niñas, nos contó la historia con lágrimas en los ojos y dando gracias al Creador por haber evitado que cometiera un crimen a una persona desconocida, que le mancharía sus manos de sangre, para toda la vida, solo por cumplir un mandato, que lo convertiría en un malhechor y un consumado terrorista.

Enrique Medina y su esposa, habían perdido todas sus propiedades, partieron rumbo a México meses después, donde según noticias falleció.


Madrid,
1 de diciembre de 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario