27 junio 2010

ALIPIO NO ERA BOBO

Como muchos hijos del Sol Naciente, de lo más remoto del continente asiático, vino a Cuba muy joven Alipio, en busca de fortuna en tierras de América. Puesto que en Cuba tenía varios parientes y amigos, un buen día desembarcó en la bahía santiaguera, con poco equipaje y sí muchas ilusiones y esperanzas de un porvenir mejor, además de huirle al comunismo, que se decía que tenía leyes muy severas, por lo que muchos de sus compatriotas al no encontrar otra salida se suicidaban o eran fusilados, como le había ocurrido a su prima Milín, la que fue detenida, le encontraron en un bolso dos patas de cerdo frescas, fue condenada a muerte.

El horrorizado había optado por tomar un barco y después de un largo viaje llegar a las costas cubanas.

Su primer trabajo fue con unos parientes en una huerta en el barrio de Marimón. Con grandes sacrificios logró reunir lo suficiente para instalarse en la calle Gallo y allí poner un modesto comercio de frutas y vegetales. Ahorrando hasta el último céntimo y privándose de distracciones y placeres consiguió aumentar el negocio, hasta ser el dueño de un almacén en la calle Lorraine.

En los años 50 prosperó mucho, ya era un acaudalado comerciante, poseía un auto del último modelo Ford Farlayne, una hermosa residencia en la Avenida de Garzón, se vestía y calzaba con marcas exclusivas y sobre todo usaba los mejores perfumes. Pero Alipio no tenía suerte en el amor, ya pasaba de los cuarenta años y no había logrado casarse y formar una familia como era su más caro deseo, a pesar de frecuentar fiestas, asistir a las mejores playas, clubes y restaurantes y cuanto evento social de importancia era invitado.

¿Qué sucedía? ¿Era poco agraciado, de baja estatura y además tenía los ojos puestos en un amor imposible?

Hacía un buen tiempo que cortejaba y ofrecíamos más costosos y bellos regalos a la hermosa Maggi, una santiaguera que parecía extraída de una de las obras del caricaturista Wilson, famoso por sus “Criollitas”. Esta joven paseaba su belleza por las más céntricas calles y parques de la ciudad, orgullosa y vanidosa y apenas se dignaba saludar a su ferviente enamorado. Este insistía y la invitaba a pasear en su flamante auto. Ella rehusaba una y otra vez con evasivas, se alejaba de él contoneando sus caderas. Pero un día…cambió su actitud, estaba muy triste, el objeto de su amor la había abandonado para casarse con una de sus mejores amigas. Estaba dolida y despechada y al encontrarse con Alipio lo trató de un modo muy distinto a lo habitual. Ella necesitaba alguien que le brindara un sincero afecto, un hombro donde llorar su desventura.

De esto se aprovechó Alipio, con mucha ternura y delicadeza la invitó a visitar un lugar tranquilo y discreto, el Casino Belmare, enclavado en la bahía santiaguera. Allí le ofreció su apoyo y amor de siempre. Ella le contó entre convulsos sollozos lo doloroso que era que la que consideraba su mejor amiga le hubiese traicionado y arrebatado al hombre con quien pensaba casarse en breve.

Alipio la consoló con las mejores palabras aprendidas del español y se sorprendió cuando ella le hizo una inesperada y rápida proposición:-

¿Alipio, tú estarías dispuesto a casarte conmigo?

Este vio que el cielo se abría a sus pies y sin preámbulos le respondió:- ¡Cuando tu quielas, mi vida! Y más sorprendido aun cuando esta le dijo:- ¡Pon tú mismo la fecha!

No se sabe si por temor a perderla o desear tenerla por esposa lo antes posible, la boda se fijó para unos días después, los suficientes para correr todos los trámites de rigor y preparar la ceremonia, que sería por todo lo alto, un verdadero suceso entre la sociedad china, amigos y familiares.

Como correspondía a su nivel, la fiesta fue en grande, el vestido de la novia lo confeccionó el modisto de moda:- Bergillo, el adorno floral de la Iglesia de la Catedral y el elegante Rancho Club fue una obra de arte del Jardín “La Esperanza”. El buffet, ¡Exquisito! Donde se brindó champagne en abundancia..

Como en el mes de agosto hace bastante calor, no era extraño que la novia casi se desmayara durante la ceremonia y se sintiera tan fatigada, que solo deseaba marcharse lo antes posible, ante la multitud de besos y felicitaciones de los asistentes, deseándoles la mayor de las dichas, pero no podía faltar alguna que otra burlona sonrisa al ver el novio de frac, que se derretía de amor y caricias para su joven y flamante esposa y trataba de complacerla en sus más leves caprichos.

Seguida por una caravana de autos carretera central abajo iban los recién casados en un auto Cadillac negro con la parte trasera colgando numerosas latas, bajo una lluvia de arroz y pétalos de flores, rumbo al aeropuerto Antonio Maceo, para viajar en el vuelo de la tarde, rumbo a La Habana.

Por último- la Luna de Miel en el lujoso y recién estrenado Hotel Riviera .Ella como enajenada bebía en exceso, como para alejarse de la realidad que estaba viviendo, cada entrega lo hacía totalmente ebria.

Unas semanas después se encontraban instalados en la suntuosa residencia de la Avenida de Garzón.

Maggi muy pronto anunció que iba a ser madre, lo que colmó de felicidad a su amante esposo. Este mandó a decorar una habitación y amueblarla para recibir a su heredero con todo el esplendor que le permitía su posesión económica.

Apenas echaba a ver la frialdad con que lo trataba su esposa, a lo que todo le molestaba y no dejaba que se le acercara con el pretexto que todo le producía náuseas. Este benévolo como siempre, le achacaba el cambio de carácter, precisamente a su estado y confiaba que cuando naciera el niño, ella volvería a ser diferente, al menos más complaciente a sus requerimientos como esposo.

La canastilla, como es de suponer, fue toda una obra de arte en los bordados, cintas y encajes, así como el Moisés, cubierto de raso y tul. Todo rosado, pues según Maggi, presentía que sería una niña. Este fue uno de sus errores y equivocaciones, el parto se presentó prematuramente unos días antes de cumplir los siete meses de casada.

Alipio sudoroso y muy nervioso se paseaba frente al salón de partos del Pabellón Cuba, del exclusivo Sanatorio de la Colonia Española de Santiago de Cuba, donde se produciría el alumbramiento, se desesperaba y cada vez que alguien salía, no se cansaba de preguntar por qué se demoraba tanto.

Amigos y familiares lo acompañaban y trataban de serenarlo. Ya estaba dispuesta una habitación doble con las camas cubiertas de finas sábanas de hilo bordadas y en el centro el Moisés esperando a la nueva criatura.

Unas horas después salió la monja Sor Virtudes sonriente con el hermoso bebé envuelto en finos pañales- Es varón, expresó complacida. El nuevo padre quiso tomarlo en sus brazos muy emocionado, esta lo depositó con delicadeza, él no pudo reprimir una exclamación: ¡Qué grande!

-Sí, pesó casi nueve libras.

Los presentes se miraron unos a otros incrédulos y trataban de observar al niño. Uno burlón dijo:- ¡Como se parece a ti Alipio!

El padre un poco cortado expresó:-Todavía no se puede decir a quien se parece, ser muy recién nacido y con todo amor y orgullo lo depositó en el Moisés.

Los ramos de flores y regalos no cabían en la habitación, todos querían congratular a la feliz pareja y de una vez echarle un vistazo al bebé y exponer bajito:- Se parece a cualquiera, menos al chino.

Los comentarios muy mal intencionados llovían por doquier. Alipio era el blanco de los chismes que se regaba como la pólvora por toda la ciudad.

Pasaron los días y regresaron al hogar, allí Alipio pudo observar con más detenimiento al niño, aunque la madre trataba de evadirlo, siempre con la excusa que el nene dormía o se alimentaba y no lo dejaba acercarse a la cuna.

Una soleada mañana Alipio tomó al niño entre sus brazos y muy serio llamó a su esposa en estos términos:-¡¡¡Margarita, ven acá!!!

Esta vino de prisa fingiendo susto. ¿Qué pasa amor? ¿Tiene algo el niño?

-El niño no pasar nada, pasa a mí, ¿Tú cree que chino son bobo?

¡Alipio! ¿A qué viene eso? Exclamó alarmada Maggi.

Este tratando de contener su cólera, la increpó:- Que niño tenga pelo rubio y rizo puede pasar, que niño no tenga los ojos chinos, es difícil, pero lo que yo no trago y gritó a viva voz:-

¡¡¡Es que tenga ojos azules!!!


Santiago de Cuba
23 de mayo de 2002

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