12 octubre 2010

EL CASO PLAZA DE MERCADO

Pasajes de mi vida.

De los muchos sucesos que me han ocurrido a partir de 1959, este nunca lo he olvidado.

Sucedió el 15 de febrero de 1987.

Como todos los días salía a la calle jaba en mano, a ver qué podía encontrar para hacer la comida de cada jornada.

En esa fecha, como medida absurda por parte del gobierno, la Plaza de Mercado de la calle Padre Pico entre Heredia y Aguilera, había sido cerrada, solamente en esta ocasión se vendía algunos vegetales y frutas en una pequeña tarima frente a las puertas.

La cola era larga y a pleno sol. Como siempre, respetuosa del derecho ajeno, había pedido el último, miraba con ansiedad que muchos compraban exageradas cantidades y temía no poder llegar al improvisado mostrador y adquirir algunos frutas, que era lo que se estaba expidiendo.

Ya sudorosa y cansada, me encontraba a tres o cuatro personas por delante, cuando se apareció una joven mulata del tipo de las “Criollitas de Wilson”. Esta sin respeto alguno se situó en el mostrador, mientas los demás usuarios protestaban, yo en primer lugar, pues creía indebido que se nos arrebatara el lugar que hacía rato teníamos.

Esta se dirigió al dependiente, que al parecer la conocía y sin reparo alguno le despachó naranjas y plátanos frutas, que era lo que quedaba hasta llenar una jaba de cartón.

Yo seguía protestando, esta se volteó hacia mí y me dio una bofetada con esta insultante frase: “Esto es para que no hables más mierda”

Yo con mis 55 años a cuesta, me salió todo lo que tengo en la sangre de isleña y gallega, con un furor inusitado le fui arriba y comencé a darle golpes , ella sorprendida apretaba contra su cuerpo la jaba, me acordé que llevaba una sombrilla, con una punta fina en su terminación, con ella le perforé la jaba, las naranjas y los plátanos frutas comenzaron a desparramarse, como existe una bajada por la calle Aguilera, las primeras que corrieron calle abajo fueron las naranjas, con rabia le pisoteé los plátanos, hasta aplastarlos en el piso.

La gente se reía y me apoyaba en mi insólita determinación. Ella derrotada, trataba de recoger alguna fruta, se lo impedí a sombrillazos.

Desapareció del lugar abochornada, mientras el dependiente ponía en mis manos toda lo que quedaba, seguí siendo justa y le recomendé que lo repartiera equitativamente entre los que quedábamos en la cola.

Lo más espectacular del caso, del que no me había percatado, era que un periodista del semanario “Sierra Maestra, de la sección “Domingo” había presenciado la escena, lo reflejó en su columna, con este título: “Una brava santiaguera no se deja arrebatar su derecho.

Madrid,
26 de mayo de 2010

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