10 noviembre 2012

TRISTEZA SIN LÍMITES



¿Será posible Señor que un día vuelva a pisar las calles de mi ciudad y no las reconozca?

¿La destrucción  ha sido tal que todo me sea extraño?

¿Puede la furia de la  naturaleza haber borrado mis  paisajes más queridos?

¿Que  mis airosas palmas reales hayan perdido su esbeltez y lozanía?

¿ Mis flamboyanes preferidos no florezcan para darme alegría?

¿Qué mis ojos  no  puedan recrearse desde la altura de los  rojos  techos

De  tejas, de tanta estampa colonial?

¿Mi Parque Céspedes no pueda cobijarme bajo la  sombra de sus árboles

 donde tanto disfruté  y soñé?

¿Qué  las estructuras de sus edificios hayan  perdido la historia de

tantos años?

¿Qué  en  el rostro de mis hermanos santiagueros  no haya  el fulgor de

la esperanza y sus corazones estén llenos de tristeza?

¿De dónde  arrancar una sonrisa, la alegría de un pueblo abatido por la desgracia?

 La  tragedia  se  adueño de nuestra amada ciudad, para que por  generaciones

se cuente lo que ocurrió  en  esa madrugada  del 25 de octubre, en que la furia del

Huracán Sandy se  ensañó sin  tener  piedad de niños, ancianos, pobres que

Poco tenían y ahora no poseen nada.

Se gana el triste galardón  de no tener igual en la historia de arrasar

con  el patrimonio, el trabajo creador de tantos años de  afanes por

Tratar de vivir mejor.

¿Tendré vida para ver el renacer de tanta ruina?

¿Se podrá imitar la  belleza acumulada de  tantos años?

¿A qué  asirme para encontrar consuelo?

Mi alma herida no  halla el paliativo para aliviar

tanto dolor, tanta pena por mi pueblo  afligido,

Busco  en mi soledad ese Dios que  me de la 

 conformidad para no morir de tanta angustia

y pesar.



Madrid, 8 de noviembre de 2012

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